mayo 14, 2011

La bengala perdida

Dos notas sobre el tema Bengalas.

Interesante para pensar, ambas, qué es lo qué le pedimos al Estado, y qué es lo que podríamos exigirnos como sociedad.


Iluminados por el fuego


 Por Eduardo Fabregat 09/05/2011 Página 12
¿Ahora se entendió?
En los días posteriores al 30 de diciembre de 2004, en los debates que suscitó el uso de pirotecnia en recitales de rock y en los meses que siguieron, hubo que escuchar la misma, estúpida teoría: “En los recitales al aire libre no pasa nada”. No es lo mismo que Cromañón, dijeron quienes sostienen contra toda lógica la teoría de que el espectáculo se conforma de un grupo arriba del escenario y una proliferación de fuegos y banderas en el público. De nada servían los múltiples testimonios de personas quemadas por chispas, medio ahogadas por el humo, molestas por el peligro latente, ofendidas por la falta de respeto a los muertos de Once. Al aire libre no pasa nada, repetía el coro.
El 30 de abril, en el show de La Renga en el Autódromo de La Plata, al aire libre, Miguel Ramírez recibió un bengalazo en el cuello. El viernes 6 de mayo, los médicos que lo atienden diagnosticaron “muerte cerebral”.
¿Ahora sí se entendió?
Han pasado apenas unos días desde el anuncio de la Cámara de Apelaciones y las sentencias del TOC 24 sobre las muertes de Cromañón. Y aquí estamos, hablando otra vez de las mismas cosas. De quién estaba a cargo de la seguridad y el cacheo de los asistentes, que en este caso y para profundizar las sensaciones lleva el pintoresco nombre de Chacal Producciones. De por qué el público de rock tiene tantos problemas para tomar conciencia y aprender a cuidarse más allá del cuidado que deben tener los otros. De por qué no hay una actitud integral del medio hacia el tema de la pirotecnia: La Renga supo parar sus shows cuando apareció una bengala, el Indio Solari deja que el público “se exprese” libremente y hasta defendió el fuego en una entrevista de Rolling Stone. El viernes, un comunicado atribuido al Indio señaló: “Mi posición frente al juego de bengalas en los conciertos al aire libre siempre se sostuvo en entender que si esos fuegos artificiales se entendían como de extrema peligrosidad aún fuera de los locales cerrados, lo correcto y conveniente sería la prohibición de su venta al público y no el traslado del deber policial a los organizadores de los eventos. El control en estas reuniones multitudinarias se hace prácticamente imposible por el hecho de que el público no concurre al estadio sino hasta un momento cercano al inicio del show y en tan corto tiempo, entonces, se torna muy difícil el revisar exhaustivamente a los concurrentes. De cualquier manera y tomando en cuenta los accidentes que pueden ocasionar, les pido a quienes se acerquen a mis conciertos que se abstengan de su uso”.
Otra vez, la aparición de una víctima es lo único que viene a despertar conciencias. ¿Por cuánto tiempo? ¿Qué nueva visión irresponsable vendrá a reemplazar ese “al aire libre no pasa nada”? Ya habrá quien se apropie de esas palabras del Indio y enarbole un “bueno, si el Estado no las prohíbe, la culpa no es nuestra”, reciclando de paso ese maravilloso deporte de echarles la culpa de todo a los gobernantes sin hacerse cargo de lo que a cada uno le toca.
Cuesta creerlo, de verdad. Desde diciembre de 2004, las discusiones alrededor de este tema fueron contaminadas por esa clase de conceptos engañosos, que no ayudaron a aclarar la cuestión de fondo. Ahora que hay otro joven en una cama de hospital, ahora que hay otra familia destrozada, ¿podremos discutir de verdad lo que hay que discutir? ¿Podemos dejar de lado, de una buena vez, las teorías que defienden lo indefendible, que disculpan lo que no puede disculparse, que se cagan en la historia reciente? ¿Podemos recordar y subrayar que el rock es otra cosa, que las bengalas, candelas y tres tiros son el entretenimiento de imbéciles que babean ante el fuego y no ante una creación artística?
Ahora que tenemos otro muerto, ¿se entendió?

http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-167802-2011-05-09.html


La bengala perdida

Por Martín Kohan 13/05/2011 en Diario Perfil

 ¿No pudo resonar en cierto modo, y salvando las distancias, una parte de diciembre de 2001 en diciembre de 2004? ¿No se ensayó también entonces, en 2004, a partir de la tragedia de Cromañón, una variante no menos vehemente de la consigna “que se vayan todos”? Que se fueran todos: Aníbal Ibarra (del gobierno de la Ciudad), Omar Chabán (a la cárcel), Fontanet (de Callejeros), Callejeros (de la música), etc., etc., etc. Y en ese fervor tan implacable por sentenciar responsabilidades ajenas, las propias, que algún papel también cumplían, iban quedando poquito a poco olvidadas, relegadas, suprimidas, tal como pasó en 2001. Cualquier otra consideración encontraba cerrado el paso, al igual que en la calle Bartolomé Mitre.
Se habló otra vez de Cromañón por estos días, porque en otro recital hubo otro muerto, y lo mataron con una bengala. Pero en este caso, el detenido es el que tiró la bengala. Y se habla por fin de controlar más y mejor la venta de esta clase de artefactos. Allá por 1988, es decir hace un montón de años, Spinetta sacaba un disco llamado Téster de violencia; en ese disco había una canción llamada La bengala perdida; en esa canción había una parte en la que Spinetta hablaba de “un dulce exocet”. ¿No quedaba señalado ya, desde entonces, que una bengala en manos impropias equivale a un arma letal?
Uno de los hechos que motivaron aquella canción fue la muerte de un hincha de Racing en la tribuna visitante de la cancha de Boca, víctima de una bengala náutica que fue lanzada desde la tribuna local y se le incrustó en la garganta, de manera feroz y totalmente impensada. Corría el mes de agosto del año 1983. El partido de esa noche se jugó de todas formas. Hubo un gol y fue festejado.




abril 25, 2011

Noticias del futuro

Todos sabiamos que esto estaba pasando, o que estaba por empezar a pasar. Lo que no sabiamos es que iba a ser a esta velocidad y con esta magnitud.

Bienvenido nuevo mundo. Tartaremos de usarte para el bien.


Noticias del futuro
La historia íntima de cómo un grupo de periodistas, los mejores de su generación, perdió su trabajo. La reconversión tecnológica o cómo el gran relato de los medios pierde vigencia ante el nuevo paradigma: la conversación global.
Graciela Mochkofsky *
En 1995, a los 25 años, vendí mi departamento en Buenos Aires y pedí un año de licencia en el diario en que trabajaba para pagar por la maestría en periodismo más prestigiosa del mundo, en la Universidad de Columbia en Nueva York. Otro centenar de jóvenes, en su mayoría norteamericanos, se endeudó por décadas para estar allí. En su discurso inaugural, las autoridades de la facultad nos dijeron que éramos parte de una elite y nos garantizaron que, si nos graduábamos, nuestra inversión estaría asegurada.
Atravesar esos nueve meses fue más arduo de lo que esperábamos. En la primera semana, pedí a un compañero que me aclarara qué había dicho un profesor; una palabra se me había escapado. Sin mirarme a los ojos, respondió que si no podía arreglármelas sola, no merecía estar allí. No volví a pedir ayuda.
Fue un año de privación de sueño, lágrimas contenidas y cuchillo entre los dientes. En los años que siguieron, nos mantuvimos al tanto de nuestros ascensos, corresponsalías en el exterior, libros publicados, premios recibidos, mediante una lista de correo electrónico. Paul fue contratado por el New York Times para cubrir el sudeste asiático, como quería. Susan logró escribir desde México para una gran agencia de noticias. Julia se dedicó a producir documentales en Nueva York. Otros escribían desde Sierra Leona, Afganistán, China, Madagascar… ¿Alguien en Nepal para tomar unos tragos? Luego, comenzaron a llegar las ofertas de trabajo de quienes habían alcanzado posiciones ejecutivas.
Este año, a casi quince de la graduación, llegó un mensaje distinto. Amy había renunciado a su puesto de periodista de investigación televisiva para montar su propio negocio en Connecticut, con el que estaba ganando mucho dinero. ¿Un medio propio? Nada de eso: era manager regional de una marca de cosmética suiza, una versión sofisticada de Avon. Trabajaba desde su casa, y quería avisarnos que si estábamos “buscando un plan B en estos días”, ése era uno muy bueno. El mensaje provocó una avalancha de correos. ¿Se conmiseraban de Amy mis viejos companeros? ¿La censuraban por usar la lista con motivos no periodísticos, como había ocurrido con otros en el pasado? Todo lo contrario.
La primera en contestar fue Deena, desde Nueva Jersey. Se describió como “uno de los últimos graduados de la escuela de periodismo lo suficientemente ingenuos para seguir trabajando en un periódico”. Porque Amy no estaba sola: “Un número creciente de talentosos periodistas está dejando la profesión para perseguir oportunidades mejor pagadas y más excitantes. Tengo que admitir que una parte de mí se siente increíblemente inspirada por eso”. Luego, Norman nos comunicó que estaba por crear un emprendimiento social y que lo mismo estaba haciendo Paul. Temima confesó que le había llevado mucho tiempo darse cuenta de que “estaba bien hacer otra cosa” que no fuera periodismo, pero que ahora era feliz dando clases de Literatura inglesa y oratoria en una escuela secundaria. Ana Lisa contó que había sido editora de grandes revistas en Nueva York y Los Angeles durante doce años y había colaborado a lanzar nuevas publicaciones al mercado. Sólo dos revistas sobrevivían (y eran “una porquería”). Quienes siguen trabajando en ellas “están deprimidos y odian su trabajo más de lo que creían posible”. Ana Lisa pasó más de un año desempleada. Ahora estudia para ser bibliotecaria, una carrera con un futuro laboral que el periodismo, dijo, ya no ofrece. Josh sigue en su puesto de editor senior en Entertainment Weekly, donde hizo una ascendente carrera de doce años. En 2008, luego de publicar su primer libro, había descubierto su plan ideal: escribiría libros, daría clases y sólo se mantendría en el periodismo como colaborador ocasional. “En la mañana que siguió a esa epifanía, la economía se fue a la mierda, y desde entonces tengo los nudillos blancos de aferrarme a mi trabajo y a mi sueldo”, se lamentó. Adam nos recordó que poco después de la graduación fue contratado como asistente de producción por Fox News. En cinco años llegó a productor senior. Luego pasó a otra cadena, wabc, como productor de un programa de noticias en horario central. Pero cada día se sentía más infeliz en su trabajo, hasta que “se volvió dolorosamente claro que ya no quería producir noticias”. De un día para el otro, renunció al periodismo e inició una nueva carrera como… stand-up comedian.
En otra generación, estos relatos serían expresión de la crisis de los 40. No en la mía. En la mía, es la estampida de una especie en peligro de extinción.
La mayoría de nosotros tuvo en Columbia, en 1995, su primera casilla de e-mail, y todos debimos aprobar la materia Reporteo Asistido por Computadora. El cambio que esos dos hechos anticipaban era fenomenal, pero ni lo imaginamos: éramos la última generación preparada para un oficio que se transformaría por completo cuando llegáramos a la edad en que deberíamos alcanzar su mayor dominio.
Volví a Estados Unidos en el momento exacto para comprenderlo en toda su dimensión: mediados de 2008, cuando la mayor crisis financiera de los últimos setenta años se combinaba con una revolución tecnológica que ponía fin al modelo de difusión de las noticias que predominó en el mundo durante casi tres siglos.
Fui a Boston con una beca para periodistas de la Nieman Foundation, en la Universidad de Harvard. La beca Nieman, que se otorga cada año a una veintena de periodistas con experiencia (una mitad norteamericanos; el resto, extranjeros), fue creada en 1937 como un modo de elevar el estándar del periodismo con un año de reflexión y exploración académica. Normalmente, los periodistas elegidos dedican el año a cursar como oyentes los cursos más diversos: filosofía, literatura, ciencia, música, religión, oratoria, leyes, arte, salud pública, negocios, política, historia, arquitectura, diseño, urbanismo… la fascinante oferta de Harvard. A poco de comenzar el año, quedó claro que mi clase sería diferente de las anteriores.
Los periodistas, en especial los norteamericanos, no podían permitirse un año de descanso: cada día llegaban noticias de despidos masivos en sus redacciones (de a 400, 500 periodistas por vez); varios recibieron ofertas de retiros voluntarios o fueron advertidos de que a su regreso les esperaba el despido; una se enteró de que su diario, el centenario Seattle Post-Intelligencer, del que era columnista, clausuraba su edición en papel para convertirse en una pequeña redacción online en la que ella no tendría cabida. Todas las semanas asistíamos a charlas de colegas, empresarios de los medios y expertos académicos que coincidían en el diagnóstico: la gratuidad, la velocidad y el acceso que hacía posible internet habían quitado a los medios el monopolio de la información; y el modelo económico del periodismo, tal como lo conocíamos, se había derrumbado.
En la revista The New Yorker, Eric Alterman lo explicó de otro modo: era un cambio de paradigma. De una elite preparada que detentaba el poder de la información y la distribuía entre un público mayormente pasivo, a una sociedad que aspira a manejar colectivamente, mediante una “conversación”, la distribución de la información que necesita.
Nos cayó encima un aluvión de estadísticas. La planta total de periodistas en los diarios norteamericanos, que había crecido de 40 mil a más de 60 mil entre 1971 y 1992, volvió a 40 mil en 2009, según un estudio de la Universidad de Columbia. Los avisos en diarios de papel cayeron 23 por ciento en los últimos dos años, según el reporte sobre el estado de los medios 2009 del Pew Project for Excellence in Journalism: “Algunos diarios están en bancarrota, otros han perdido tres cuartos de su valor. Según nuestros cálculos, casi uno de cada cinco periodistas que trabajaban en diarios en 2001 ha perdido su puesto, y es posible que 2009 sea todavía peor”. En los canales de televisión, los equipos de noticias fueron reducidos “a niveles sin precedente”, y las ganancias cayeron 7 por ciento en un año electoral (2008), “algo nunca antes visto”. Once diarios metropolitanos fueron cerrados y ocho pasaron a publicarse exclusivamente online o redujeron al mínimo su existencia en papel desde marzo de 2007 en los Estados Unidos, según el sitio Newspaper Death Watch.
La migración de audiencias hacia internet es cada vez mayor. Según el informe del Pew Project, la cantidad de usuarios habituales de sitios de noticias en internet en Estados Unidos creció un 19 por ciento en los últimos dos años.
Sólo en 2008, el tráfico de los cincuenta sitios de noticias más populares de internet creció 27 por ciento. Pero su ganancia publicitaria, que en los últimos dos años había crecido a razón de un tercio anual, se está estancando. Se calcula que, en 2008, la recesión duplicó, al menos, las pérdidas de la industria periodística norteamericana, según el informe del Pew Project.
Los intentos por encontrar nuevas fuentes de ingresos para el periodismo quedaron estancados. “En los esfuerzos por reinventar el negocio, 2008 puede haber sido un año perdido, y 2009 amenaza con serlo también”.
(Las cifras son especialmente dramáticas en Estados Unidos, que va al frente de la transformación digital, pero la tendencia es mundial. En Argentina, la circulación de los principales diarios, según los datos del Instituto Verificador de Circulaciones publicados por el sitio Diario Sobre Diarios, registran bajas históricas. Clarín vendió en su mejor mes del primer semestre de 2009 unos 366 mil ejemplares diarios –calculados sobre la venta total de una semana–, cuando en 2006 su piso de venta estaba en los 400 mil. La Nación ronda los 150 mil ejemplares diarios, cuando hace dos años tenía un piso de venta diario promedio de 170 mil. Según Diario sobre Diarios: “…los estudios de años anteriores demuestran que será difícil que reviertan una nueva caída anual en sus circulaciones”. Al mismo tiempo, la cantidad de lectores de sus sitios online no ha dejado de crecer y supera, de lejos, a los lectores de papel. Pero los ingresos publicitarios en las páginas de internet no se acercan ni remotamente a los ingresos históricos del papel.)
En Boston, todas las conversaciones giraban alrededor de un plan B. Algunos de los Nieman, como mis companeros de Columbia, fantaseaban con abandonar el periodismo. La mayoría resolvió que era imprescindible realizar una reconversión tecnológica. Forzamos a la fundación a conseguirnos entrenamiento en video, audio y diseno para internet.
“No importa cómo lo cuentan, lo que importa es lo que cuentan”, nos alentó Al Tompkins, profesor del Poynter Institute para periodistas, en una clase en que nos mostró cómo la tecnología podía hacer más fácil e interesante nuestro trabajo. Por presión de mi clase, el programa de la Nieman Foundation fue resideñado y a partir de este año, los becados tendrán clases semanales de “nuevos medios”.
Pero al finalizar el año, la mayoría comprendió que los cambios en la industria eran tan profundos que exigían una reconversión mayor: debíamos adquirir una nueva mentalidad. Abrazar el nuevo paradigma. Explorar sus oportunidades. Cada vez sería más difícil trabajar para una gran empresa periodística, pero sería más fácil ser dueño, o socio, de una pequeña empresa periodística de calidad. Rosental Alves, director del Knight Center para el Periodismo en las Américas, señaló durante una conferencia sobre periodismo online en la Universidad de Austin, Texas, en mayo, que ya no alcanzaba con formar periodistas: “Hay que formar entrepreneurs”.
Todos comenzaban a mirar con esperanza las variadas experiencias nacidas de la crisis. Por ejemplo, Talking Points Memo (www. talkingpointsmemo.com), la expansión del blog de un periodista formado en diarios de papel, John Marshall. Hoy tiene una pequena redacción de periodistas en Nueva York y Washington, con un presupuesto anual de 600 mil dólares entre avisos y contribuciones de los lectores. TPM aspira a convertirse en un medio nacional influyente, y dio un gran paso en ese sentido al revelar que el gobierno de George W. Bush había despedido a fiscales federales por razones políticas. Fue crucial en la investigación la participación (gratuita) de un grupo de lectores, que aportó y chequeó información, un nuevo método llamado periodismo “proam” (con participación de profesionales y amateurs). TPM creó un modelo, muy imitado luego en blogs, que combina noticias, comentarios y participación de los lectores. Otro ejemplo es ProPublica (www.propublica. org), el mayor sitio de noticias en internet sin fines de lucro en los Estados Unidos. Lo creó en 2008 Paul Steiger, un veterano editor de diarios, exsecretario de redacción del Wall Street Journal, con 30 millones de dólares que le donó un matrimonio de millonarios de California. ProPublica tiene un equipo de reporteros que hace investigaciones sobre temas de interés público (corrupción gubernamental, la crisis económica, etcétera). Vende sus investigaciones a los grandes medios, a los que cada vez les cuesta más realizar las propias. También las publica, con acceso gratuito, en su sitio web, donde también tiene blogs y una base de datos. Politico (www.politico.com) es un sitio web de noticias políticas, centrado en Washington, al que han emigrado muchos experiodistas de los grandes diarios. Tiene setenta en su staff y se financia, en abundancia, con avisos de corporaciones y grupos de influencia. Tiene una edición en papel, gratuita, que se reparte en el Congreso en días de sesión. Globalpost (www.globalpost.com) es un sitio de noticias internacionales. Lo dirige un excorresponsal extranjero del Boston Globe, Charles Sennot, que consiguió un socio dispuesto a aportar 10 millones de dólares. Cubre noticias internacionales con más de cincuenta periodistas distribuidos por el mundo, a los que paga contratos part-time. Sus artículos se publican en su página web y se venden a diarios de papel que se han quedado sin corresponsales propios. El acceso al sitio es gratis, pero los lectores pueden pagar por el “pasaporte” que da acceso directo a los corresponsales y a información exclusiva. Spot.Us, que comenzó gracias a una beca de 340 mil dólares de la Knight Foundation, pide donaciones a sus lectores para encargar investigaciones a periodistas freelancers. Los lectores eligen qué investigaciones les resultan relevantes. En sus primeros diez meses, 800 lectores aportaron 40 mil dólares para treinta investigaciones publicadas en la página www. spot.us y en pequenos periódicos. Luego de analizar éstas y otras experiencias en un exhaustivo y demoledor estudio de cien páginas, “La reconstrucción del periodismo americano” (publicado en este número de Saladeprensa.org), Leonard Downie Jr., vicepresidente del Washington Post, y Michael Schudson, profesor de la Universidad de Columbia, concluyeron: “Creemos haber visto abundantes oportunidades para el periodismo del futuro. En muchas de las empresas periodísticas que visitamos, viejas y nuevas, vimos los comienzos de una genuina reconstrucción de lo que el periodismo puede y debe hacer. Vimos diarios en crisis abrazar el cambio digital y comenzar a colaborar con otros diarios. Vimos empresas periodísticas sin fines de lucro, universidades, bloggers y sus lectores. Vimos el energético reporteo que llevan adelante redacciones que recién comienzan, donde el entusiasmo por las nuevas formas del periodismo es contagioso”.
Paul Steiger, el director de ProPublica, afirmó en el congreso de Austin que este momento de “destrucción creativa” ofrece a un mismo tiempo “oportunidad y terror”: terror para los mayores de 50, oportunidad para los que comienzan. Un momento magnífico, concluyó Steiger, para tener 20 años.

* Graciela Mochkofsky es reportera del diario argentino La Nación, autora de Timerman: el periodista que quiso ser parte del poder y de Tío Boris, y colaboradora de SdP.

Fuente: http://www.saladeprensa.org/art964.htm

septiembre 26, 2010

Contra La Historia, las historias...

A continuación, un textito que pensamos colectivamente con unos compañerxs de la carrera (Comunicación, en la UBA), a raíz de la tomas, sus repercusiones y ecos. Insumo para seguir pensando, esperemos.

Multipliquemos las historias

         I. Antes de empezar con estos apuntes, nos gustaría decir por qué nos parece necesario contar nuestras experiencias, contar lo que nos está pasando. Por qué es necesario que, en el calor de estos días, multipliquemos los blogs, los murales, los artículos, los relatos, los intercambios, las discusiones.

         De sobra sabemos cómo ha leído la Institución los acontecimientos que están teniendo lugar, como ha tratado –insistentemente- de inscribirlos en una cronología del orden establecido. En esa cronología, todo lo que no se identifique plenamente con ese orden establecido es una mancha. Cada día de toma, cada corte de calle, cada clase pública, cada clase autogestionada: una mancha. “La toma es presentada como una interrupción de la “regularidad”, una pausa improductiva que genera pérdidas. Pérdida de trabajo (“se han perdido semanas de trabajo”), de stock (“se perdió un 20% de stock de bancos y sillas”), de carga horaria (cada materia “perdió entre el 15 y el 20% de su carga horaria cuatrimestral”), etc.”. Algún día –supone la Institución- la máquina volverá a funcionar normalmente, todo este error será corregido, y La Historia dirá que sólo fue una interrupción, una pequeña mancha en la cronología del orden.

         Tenemos, entonces, una tarea por delante: la de hacer nuestros propios relatos e inscribirlos en nuestras propias historias. Unos relatos donde todo este proceso no sea ya una mancha o un error, sino lo queramos que sea. Abramos y construyamos nuestra propia línea de tiempo: con sus propios deseos y proyectos, sus propias preguntas e inquietudes, sus propios errores y aciertos, sus perdidas y sus ganancias, etc.

         En nuestras historias, por ejemplo, no aparecerá un relato de la “inseguridad” en torno a la interrupción de la máquina. Aparecerán, más bien, preguntas: ¿qué seguridad es la que se ha interrumpido? ¿cuál seguridad? ¿cuáles garantías? ¿no será, solamente, la seguridad de lo que viene siendo, la seguridad de la costumbre?

         En nuestras historias todo esto que somos es una formación permanente, un exceso. Sabemos de nuestros errores –de ellos también hacer una historia- pero también sabemos que no existe un tiempo abstracto para construir una potencia: la potencia se construye en la lucha, y en la lucha se da sus modos de funcionamiento, sus características, etc. No vamos a esperar a entender, a saber cómo se negocia, a estar de acuerdo.

         Cada día, no sólo está en juego la lectura presente del proceso, sino también lo que de él quedará, cómo cristalizará en la memoria de todes les que habitamos la facultad. En este sentido, creemos que debemos disputar contra todas las operaciones simbólicas que pretenden borrar la toma de cara al futuro. Tenemos que multiplicar nuestros relatos, tenemos que contar(nos) lo que nos pasa, tenemos que escribir, filmar, dibujar, tenemos que transmitir nuestra experiencia y evitar que se pierda, evitar que se borre y evitar que otres la cuenten por nosotres.

         Digámoslo pronto: no queremos un relato único y monolítico sino múltiples relatos, que se expresen muchas maneras de vivir y sentir el conflicto y la lucha, con sus acuerdos, sus contradicciones, etc. Contra La Historia del Uno, opongamos las historias de todes.

         II. Hay un triunfo implícito en este tipo de procesos de lucha, quizás el más importante de todos: les estudiantes nos damos cuenta -¡por fin!- de que todos los días plebiscitamos un modo de producir conocimiento, un modo de habitar la facultad, un modo de relacionarnos entre nosotros y con los profesores y profesoras, un modo de relacionarnos con los textos, etc.  Lo que se ha abierto por estos días, lo que hemos abierto, es una situación que interrumpe el flujo de lo siempre idéntico, violentándolo, desnaturalizándolo, mostrando su contingencia y, al mismo tiempo, como cada uno y cada una de nosotres decide todos los días que la facultad sea de determinada manera y no de otras tantas posibles. Este despertar, entendemos, es un paso ineludible para pensarnos como sujetos y sujetas que pueden llevar adelante una transformación que materialice sus deseos.

III. Confiamos en la memoria de nuestros cuerpos, en su capacidad para ser el lugar de sedimentación de todas las experiencias que venimos viviendo.  Queremos darle a nuestros cuerpos las disponibilidades para que florezcan otros modos de ser en el aula y en los pasillos, entre nosotres, con los textos, etc. Ese aprendizaje del cuerpo –lo sabemos- se da sólo en la práctica. Por eso tenemos que hacer más clases autogestionadas, más artículos escritos colectivamente, más mateadas en los pasillos… y entregarnos al aprendizaje.

         Confiamos en que nuestros cuerpos no van a poder adaptarse normalmente a la normalidad si mantenemos encendidos todo esos espacios. Queremos que cuando la máquina vuelva a funcionar nuestros cuerpos se desacoplen, se pierdan, se fuguen, se equivoquen, que cometan errores, etc.
        
         Queremos que nosotres mismes nos impidamos olvidar. Queremos poder decir una y otra vez que estuvimos ahí y que no vamos a desoír los deseos que ahora nos habitan: los proyectos, las ideas, etc. Tenemos una tarea política por delante: darle continuidad a los procesos abiertos, darnos los espacios para que todos estos fenómenos excepcionales se vuelvan regla entre nosotres. Tenemos la ineludible tarea de evitar que nuestro habitus nos vuelva para atrás, nos lleve de nuevo a lo acostumbrado, a lo siempre idéntico, etc. Ahora sabemos qué tenemos que exigirnos, con qué tenemos que comprometernos. Habrá que trabajar sobre esas tareas y sobre esas exigencias, pensarlas, discutirlas, que sean una con nosotros.

         Tenemos, desde ahora, nuevas preguntas –nuevas armas- para abordar una y otra vez a la Institución y también a nosotres mismes. Todo este proceso nos dejará disponibilidades, como decíamos, pero también preguntas y voluntades de querer y de no querer. Hay que martillar a repetición: ¿Por qué es así y no de otra manera? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?



Flor, Sofí, Ale, Santi, Juli, Eva, Sofi, Inés, Mariela, Gastón, Lucila,
Tomás, Facu, Guille, Ana, Mati, Rulo, Carlos,  Martín, Ale.

agosto 16, 2010

Informe de Al Jazeera sobre los chicos robados durante la última dictadura militar

Al Jazeera lo dice.
Clarin no.
Como para pensarlo...



Guarda que está en ingles gente. Igual es un ingles clarito, clarito. Pero si no cazan una, lamento que se queden afuera. La ley de medios no se aplica en territorio arabe. Cuak

julio 30, 2010

Facebook o muerte

Hacía mucho que no leía algo tan gracioso que no tuviera otra opción más que parar de leer para reirme a carcajadas. Lo siniestro siempre se toca con las risas más irrefrenables, sobre todo porque uno sabe que no debería estar riendose y eso sólo potencia la risotada. En fin, me reí tanto que me impulsó a compartir la nota con uds acá. Ahí va:

LA RED SOCIAL Y SUS “BUGS”
Facebook o muerte

¿Qué pasa con un perfil de Facebook cuando el usuario fallece? Aquí, historias de muertos vivos, zombies y reaparecidos.

Por Facundo García

Los que usan Facebook están habituados al mensaje que dice “retoma el contacto con fulano”. Generalmente aparece cuando hace mucho que uno no le comenta los posts a alguien. Ahora: si ese alguien se estrelló contra un camión y está dos metros bajo tierra, se plantea un pequeño problema de comunicación. De hecho, con cientos de millones de usuarios, hace tiempo que los “fantasmas” son una especie de bug en la red social más grande del mundo. Margarita Martínez abre la lista de casos contando que le impresiona un poco ver que aún tiene ciento treinta y siete “amigos en común” con una compañera de laburo que pasó a mejor vida hace meses. “Cuando Luciana murió, su perfil se transformó en una especie de altar lleno de mensajes de despedida. Me impactó, supongo que debe ser porque estamos en una etapa de acostumbramiento”, relata. “Pensé en sacarla de mi lista de amigos. Pero me daba cosa. El intercambio on line era el único vínculo que habíamos llegado a generar y me sonaba a desprecio borrarla.”

Para que un nombre cambie a modalidad “persona fallecida”, los que conocen al feisbuquero afectado deben llenar el formulario que permite “convertir en conmemorativa o eliminar” su cuenta. Se supone que hay que mandar pruebas del deceso, aunque –como se verá más adelante– el mecanismo no funciona del todo bien. De aprobarse los testimonios, la privacidad del fiambre queda configurada de forma que sólo los amigos puedan ver su espacio y encontrarlo en las búsquedas. O sea que ese rincón de la web deviene una especie de tumba virtual. Y el muro se conserva, para que los que estaban conectados con el finado puedan publicar recuerdos y pésames. Con esto se desactiva el famoso “retoma el contacto” y las sugerencias para agregarlo a grupos.

Por supuesto que no siempre es sencillo. Ya hubo, por ejemplo, desgraciados a los que se consideró muertos por error. Alguien leyó que un tipo de nombre parecido al del diseñador Simon Thulbourn había fallecido y entonces informó de “la desgracia”. De un día para otro, Simon notó que su ingreso al site estaba bloqueado. La víctima comentó la experiencia en Thulbourn.com: “Un martes a la noche, fui a loguearme y me percaté de que me habían `matado`. Me fijé en `ayuda al usuario` pero la opción `¡ey, en realidad estoy vivo!` no existía. Ni siquiera habían chequeado mandándome un email (...) Ahora estoy de vuelta ¡Soy el primer zombie de Facebook!”.

Peor le ocurrió a la canadiense Shelby Breimer. A sus dieciséis años, pasa buena parte del día navegando. Sin embargo, se quedó tiesa cuando a nueve meses de la muerte de su madre la “redescubrió” súper activa en la Red, actualizando su estado y promocionando productos para adelgazar fabricados en China. “No podía creer que le hubieran hackeado la cuenta y estuvieran haciendo publicidad de productos que ella nunca usó”, se indignó la chica en una entrevista para la cadena CBC. El chasco es la punta del iceberg, porque Internet aloja muchos más “fantasmas” de los que comúnmente se cree.

Link: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/no/12-4856-2010-07-29.html

julio 10, 2010

V7Inter: Entrevista a Victor Bronstein

Fiel a la costumbre (costumbre reciente que empezo hace unas semanas), posteo una interesantisima entrevista hecha hoy, sabado 10 de Julio, en Visión 7 Internacional al  ingeniero Víctor Bronstein, profesor e investigador de la UBA, director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad (Ceepys), cuyo objetivo es el abordaje interdisciplinario de la energía y su relación con las distintas culturas y formas civilizatorias. (Fuente:http://blogs.tvpublica.com.ar/internacional/)



Son 15 minutos extraordinarios que hablan de ese bosque que usualmente nos tapan los arboles de mucha politiqueria de cabotaje.

julio 04, 2010

El fútbol y el sentido de la vida

Probablemente, lo mejor que se haya dicho y escrito sobre el partido y la derrota, y la vuelta a casa, y todas esas cosas que todos ya sabemos y que hace dos días nos tienen, me tienen, con esta tristeza un poco muda. 

El fútbol y el sentido de la vida

Hernán Casciari
Para LA NACION

Domingo 4 de julio de 2010





BARCELONA
Debo advertir, antes que nada, que no sé cómo salió el partido entre Argentina y Alemania. No sé si a estas horas del domingo, mientras ustedes leen Enfoques, estaremos felices o estaremos tristes. Hoy para mí es viernes y el partido todavía no se jugó. Como ven, tengo la ridícula misión de escribir mi columna un día viernes para que se publique el domingo: son las leyes de la imprenta. Se me dirá: entonces no escriba usted sobre fútbol, escoja otro tema. ¿Perdón? Eso no es posible, acabo de decir que para mí es viernes, que es la víspera; ¿sobre qué voy a escribir, si no puedo pensar en otra cosa? Y sobre todo, ¿sobre qué voy a escribir, si no sé cuál será el ánimo de mis lectores? El fútbol, mal que les pese a los filósofos serios, nos ayuda terriblemente a comprender el sentido de la vida. Y este diferido entre ustedes y yo resulta como una metáfora sutil del carpe diem : "¡Vive intensamente, ajeno y ciego a los resultados, como si lo que ya pasó pudiera ocurrir mañana!" Esto es metafísica: lo demás son idioteces.
Ahora ya no ocurre, por culpa de Internet, pero durante el siglo XX vimos mucho fútbol en diferido. Ver un partido que ya ocurrió, como si estuviera jugándose, es un acto de amor incomparable para con nosotros mismos. ¿Cómo es posible que una misma persona pueda engañar y caer en la trampa al mismo tiempo? ¿No es ésa, también, la semilla del arte? Cuando yo era chico, la mayoría de los partidos eran en diferido. Y Roberto, mi padre, se ponía como loco. Apagaba las radios, cerraba las persianas y no atendía los teléfonos. Una vez había un Boca-Racing e incluso se taponó las orejas con algodón, para no escuchar las bocinas de los autos que, a veces, son las mejores comentaristas del fútbol argentino. Cuando empezó el partido en la tele, se acomodó en el sillón y le pidió a mi mamá el mate, previa admonición: "Si sabés algo -le dijo-, no me digas nada". Y Chichita, trayendo la bandeja con la pastafrola, sin maldad, le contestó: "No te voy a decir el resultado, pero goles no hubo". Esa fue la vez que estuve más cerca de ser hijo de padres separados.
Lo que nos diferencia del mono es una guerra interna, secreta y despiadada. Por un lado sabemos que todo lo que hagamos en la vida será en vano. Por otro lado, somos conscientes de que no podríamos vivir sin hacer algo. ¿Paradoja? Nada de eso. La fuerza que nos mueve, la pasión, vive gracias a estos dos ejércitos en lucha constante. Quién nos dice que las grandes obras literarias del siglo XX, la música genial de Bartók, la danza moderna y el arte conceptual no hayan surgido gracias a que hemos visto tanto fútbol en diferido. Mientras escribo esto, repito, todavía no sé si el sábado nos tocará reír o llorar ante Alemania. No sé si estamos en la semifinal o volviéndonos a casa. No sé qué ocurrió pero ustedes sí. En uno de estos países, Alemania o Argentina, hay ahora gente festejando por las calles, y en el otro hay un silencio ensordecedor. ¿Qué no daría yo por quitarme esta incertidumbre de muerte y estar en el domingo de ustedes, si es que ganamos? Pero sobre todo, ¿qué no darían ustedes por regresar a mi víspera de viernes, a mi esperanza, si es que perdimos?

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